ROSARIO

Hace dos años mi vida cambió y con ese cambio llegaron a ella, unas hasta entonces, desconocidas personas.

Personas maravillosas, distintas entre ellas que aportan a mi día, luz, alegría y sabiduría, cada una en su medida.

Hoy me voy a detener en Rosario.

Rosario es una mujer maravillosa, es una señora de los pies a la cabeza, muy

inteligente, sensata y paciente, es seria pero con un gran sentido de humor, es una buena mujer.

Cómo me gusta estar, escuchar y observar a mi Rosarito.

Yo le pido consejo y ella sabiamente me lo da.

Cómo me río con ella mientras nos tomamos una cervecita, los problemas tras la puerta, el mundo parece detenerse y nosotras, nuestro Antonio y nuestra Magdalena en una burbuja.

Rosario es madre, tiene tres maravillosos hijos pero tiene uno especial, mi Antoñillo, porque con tu permiso, Rosario, tu Antonio es también un poco mío y lo quiero a rabiar.

No sé en qué momento comencé a quererlo, lo que sí sé es que cuando lo veo, mi corazón da un brinco de alegría.

Siempre sonriendo, se me acerca y me besa.

Nunca olvidaré, aquel día que se desplazó desde el primer banco de la iglesia para darme paz, sólo a mí, a Maibel, como él me llama.

Ya yo lo quería pero desde aquel día, mi corazón es suyo.

Yo admiro a Rosario por ser como es pero sobre todo por ser la madre de Antonio, cómo lo cuida, cómo lo ama.

Vosotros diréis que todas las madres aman a sus hijos, sí estoy de acuerdo pero una madre como Rosario que tiene un hijo como Antonio no es una madre  como todas, ella es fuerte e incansable y tan amorosa, por muy cansada que esté físicamente siempre está junto a su niño, dónde va ella va su niño.

Desde aquí Rosario, te quiero dar las gracias, gracias por ser mi amiga por permitirme entrar en tu vida pero sobre todo gracias por permitirme estar junto a nuestro Antoñillo.

Rosario, quiero a tu niño pero también te quiero a ti.

Siempre estaréis en mi corazón, siempre seréis mi Rosarito y mi Antoñillo.

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